¿Cuántas veces escuchamos de nuestros jefes palabras como: «pero», «ojalá» o frases como: «tengo que…»? ¿Cuántas veces las usas tú? En el siguiente artículo descubre por qué estas expresiones son percibidas negativamente y aprende cómo puedes transformarlas a lenguaje positivo+productivo.
Te has puesto a pensar cuántas veces usas la palabra “No” durante tu jornada de laboral. ¿Sabes por qué las palabras o frases como: “pero”, “nunca” o “tengo que” crean en la mente asociaciones desagradables?
El lenguaje tiene un potencial que hace la diferencia al momento de relacionarnos con otros, sobre todo en el puesto de trabajo, en el que pasamos aproximadamente 9 horas del día. De allí, que los otros me perciben de cuál o tal manera. Expresiones coloquiales frecuentes como: “No nos juntemos con esa mina, porque habla de puros dramas”, «mala onda», son indicios de la calidad de la percepción que otros se forman a partir de lo que comunicamos, y consiguientemente, de la calidad de nuestras relaciones.
La idea de que «usar frases positivas atrae cosas positivas» algunos la asocian con la autoayuda; sin embargo, esto tiene su explicación desde las neurociencias. Así se explica en el sitio de Programación Neurolinguística (PNL): “Las palabras nos afectan, para bien o para mal y activan nuestro sistema neuroquímico en cada ocasión”.
En este mismo sentido, Facundo Manes, neurocientífico argentino, recomienda en su libro “Usar el cerebro” que alimentar a nuestra mente con ideas positivas nos da una vida más sana y feliz.
A continuación te explico, cómo todo esto del cerebro y el uso de las palabras negativas condiciona la relación de las personas al interior de las empresas. Te lo explico en los siguientes tres puntos:
- Las palabras negativas crean etiquetas que condicionan lo que una persona cree de sí misma. Si tu jefe directo constantemente te está comunicando que duda de tu capacidad, probablemente crearás una etiqueta mental de: “tal vez no soy tan bueno en lo que hago”. Frases como: “Ojalá que salga bien el reporte” son indicadoras de duda, de dejarlo a la suerte.
- Te marginan de los grupos. La frase de “no mates al mensajero” –tiene su origen en antigua Persia– es la que me parece mejor ejemplifica este punto. Si te conviertes en una persona que porta mensajes negativos, los otros te asociarán con lo desagradable, y por tanto no querrán relacionarse contigo. Expresiones como: “Estoy bien, pero tengo que entregar el reporte del mes” dejan la duda en el interlocutor acerca de si realmente está bien aquel que lo dijo. La palabra “pero” anula lo positivo. La frase “tengo que” la relacionamos con lo que «nos cuesta trabajo”.
- Generan estrés. Los conceptos negativos hacen que el cerebro envíe un estímulo químico para que el cuerpo produzca cortisol, que es la hormona del estrés. ¿Recuerdas haber visitado alguna dependencia en tu empresa y haber recibido como respuesta?: “No está listo el cheque”, “No he respondido tu mensaje”, “No puedo reunirme contigo”. Todas esas frases te indisponen. Si recibieras las siguientes respuestas: “Estoy agilizando tu cheque”, “Pronto responderé tu mensaje”, “Reunámonos en otro horario”. ¿Significan un sí? No. Significa que el otro está pendiente y que se hará en algún momento. Y tú como receptor del mensaje te sientes positivo para esperar la concreción de esas tareas.
Ahora te invito a que elabores tu propia lista de palabras y expresiones que usas habitualmente. Analízalas y cuenta las negativas. Intenta usarlas en positivo y verás cómo tu mente se encargará de hacer el resto.